Desde inicios de año nos propusimos hacer el tradicional campamento de liderazgo y para lograrlo, varios colaboradores nos comprometimos a buscar maneras para que todos los grupos pudieran participar, a pesar de las limitaciones de la pandemia.
Personalmente, estaba muy emocionada con esta misión porque pensaba que estábamos urgidos de una conectividad real. Me refiero a la conectividad que ninguna tecnología puede lograr: conversaciones no académicas, juegos en donde alumnos y maestros se pueden motivar, un lugar en donde los chicos están sin electrónicos, en fin, estar en un lugar frío que te da un gran calor humano.
Pensar en todas estas posibilidades fue mi motivación más grande para hacer todos los esfuerzos en formar un equipo de trabajo para que este campamento fuera posible. Esta era la oportunidad para reencontrarnos como guías de una niñez y juventud que necesita ahora, más que nunca, recibir mucho amor, esperanza y aliento.
Ahora me siento muy satisfecha al recordar todas las experiencias que vivimos: las caritas felices, los juegos de baloncesto entre maestros y estudiantes, las conversaciones entre chicos de edades distintas, la naturaleza del lugar y la rica comida.
Como coordinadora del Camp quiero agradecer profundamente a los padres y madres de nuestros estudiantes, por ser tan generosos con sus hijas e hijos y brindarles la oportunidad de convivir en la diversidad que tenemos en Tree of Life y permitirles adaptarse a esta nueva modalidad de vida sin dejar de aprender.
Este fue mi quinto año en el Camp y doy gracias a la vida por darme tantas oportunidades de aprendizaje.
Texto por Ana Sofía Fernández
Fotografías por Leandro Natale