En esta sección del website, “La esquina del estudiante” (“The Student Corner”), compartiremos en cada edición un trabajo de alguno de los alumnos de la escuela. En esta oportunidad, los invitamos a leer “Memoria”, un cuento corto del alumno de JRII, Ignacio Jiménez Anglin, que escribió en su clase de la materia electiva “Escritura creativa”.

 

Sentado en su desgastado sillón, Raymond Parker buscó su memoria por algo que había olvidado, algo que no podría haber recordado nunca. Había descargado una aplicación capaz de hacerle recuperar cualquier memoria y estar en un ambiente de realidad virtual para revivirla. Cualquier sueño, cualquier mísero recuerdo, cualquier detalle. Pero Raymond no quería nada de esas cosas, Raymond quería algo que nadie había probado, revivir estar en el vientre de su difunta madre. Salvador Dalí había dicho que recordaba estar en el vientre de su madre, pero eran mentiras o locuras del pintor español. Raymond Parker lo recordaría todo, es más, tendría evidencia guardada en su aplicación.

Finalmente encontró: “Memorias del parto” entre las miles de opciones. Inmediatamente después de presionar el botón y ponerse el aparato de realidad virtual, sintió frío. Oscuridad. Era un feto. Su estómago palpitaba y se miró el grueso cordón en el ombligo. Quería salir, pero la memoria no había terminado. Nadaba en un charco de líquido rojo. Parecía sangre, pero era fluido amniótico. Se ahogaba. No podía abrir la boca, sus ojos veían todo borroso y rojo, un rojo sangriento y penetrante. Quería gritar, pero su boca no se movía. Aspiró líquido amniótico por la mojada nariz, pensando que se ahogaba. Entonces, vio la luz.

Lo que pasó no fue bien procesado por su diminuto y joven cerebro, hombres vestidos en azul claro, un olor a alcohol espantoso. Se sentía sofocado, saliendo de una tubería de líquido amniótico, y cuando salió completamente, gritó, un alarido que resonó por el cuarto. Y entonces, vio los ojos de su madre sonriente, y la memoria terminó.

Estaba llorando cuando se vio al espejo, intensamente conmovido por poder recordar los traumas y esperanzas del nacimiento. Entonces, mientras se sentaba de nuevo en el sillón tomó una siesta y agradeció no haber recordado su nacimiento antes.

 

Texto por Ignacio Jiménez Anglin (estudiante de JRII)

Fotografías por Leandro Natale