Conversamos con Daniela Flores, Lidia Loria y Eva Melo sobre algunos de los proyectos que se presentaron en el evento público de Foundation. Los chicos mostraron los productos finales de sus proyectos a las familias y también a los expertos en las áreas pertinentes.

Alondra visita La casa del Trabalenguas, en la cual acaba de escuchar la voz grabada de una compañera de curso, recitando “Tres tristes tigres…”.

Nos acompañaron Francel Montero, representante de Business Kids en Costa Rica, Melisa Vargas, directora ejecutiva de la Fundación Quiroz Tanzi, y por Zoom, Yessenia Venegas, directora de Tecnología e Innovación en el STEM Center de la Universidad de Fidélitas.

Mientras los chicos preparaban todo para tan ilustres visitas, Daniela Flores, profesora de Español de Foundations,  nos contó sobre proyecto “La casa de las palabras”.

“Cuando planificamos el proyecto definimos como metas de comprensión que los niños aprendieran adivinanzas, rimas, trabalenguas y que pudieran compartirlos de manera interactiva”, expresó la profesora.

Las paredes de las casas interactivas eran murales pintados de múltiples diseños.

Cuando le consultamos a Daniela sobre los aprendizajes esperados en el proyecto, nos comentó: “aprender que, a través de la correcta pronunciación y fluidez, se pueden combinar diferentes palabras y sonidos, aprender a hacer preguntas ingeniosas usando signos de interrogación para generar acertijos o enigmas, comprender que por medio de los significados de las palabras y frases se podía componer poesías expresando sentimientos y emociones, y también que pudieran reconocer que, a través de la repetición, se podía crear rimas de distintos fonemas en canciones o versos”.

 

Melisa Vargas, directora ejecutiva de la Fundación Quiróz Tanzi, inspecciona el producto final del proyecto “La casa de las palabras”.

La motivación fue uno de los aspectos cruciales de este proyecto. “Los chicos estuvieron muy motivados. Desde el inicio, proponían el producto final. Ellos fueron los que pensaron en hacer unas casas interactivas de adivinanzas, trabalenguas y rimas. Construyeron unas casas gigantes con cartón y las decoraron con pintura, realizando un diseño particular para cada una de ellas. A su vez, lo combinamos con tecnología. Para ello, grabaron los audios de las rimas, adivinanzas y trabalenguas y luego conectamos los circuitos a las casas, de modo que, cuando ellos tocaban los botones, sonaban todos los audios con los recitados”.

 

En los pequeños recintos de cartón, la acústica replicaba las voces grabadas de los niños. Uno podía escuchar “Tres tristes tigres tragaban en un trigal” en una entonación infantil, mientras otros hacían sonar “Pablito clavó un clavito, qué clavito clavó Pablito” con asombrosa fluidez y rapidez.

Los circuitos programados con Microbit Challenge permitieron empalmar el aspecto sonoro tan importante en este proyecto con el uso de la tecnología para resolver problemas reales.

Los circuitos habían sido programados con Scratch y fueron conectados con Makey Makey, y permitían escuchar las voces grabadas dentro de las casas-caja.

Los adultos que iban a visitar el evento apenas cabían en las casitas, pero era esa escala y dimensión diminuta la que regalaba la experiencia de ser un niño por un momento. Como ponerse en los zapatos de los pequeños por un ratito. Los niños, en cambio, estaban a sus anchas, entre esas paredes de cartón con diseños pintados por sus amiguitos.

 

La pregunta disparadora del proyecto era ¿Cómo construir una casa interactiva para compartir nuestros poemas, rimas y adivinanzas?

Daniela señaló que “uno de los mayores desafíos fue lograr que los chicos trabajaran en equipo. Estábamos acostumbrados a que por el Covid y la pandemia estuvieran un poco individualistas. Al principio costó bastante, pero lo logramos. A veces querían trabajar con sus amigos, y no siempre se podía. Eso permitió una oportunidad de aprendizaje para entender que no siempre se trabaja con los que queremos, pero tenemos que tratar de ser exitosos igualmente”, señaló.

Otro reto importante del proyecto fue cumplir con los tiempos, “llegar a montar el producto final para la fecha estimada fue todo un desafío para las profesoras.”

Los niños construyeron con cartón reciclado las casas con diseños de su elección.

“La casa de las palabras” es un proyecto que logra integrar de forma armoniosa el aprendizaje de un lenguaje y su aspecto creativo con la tecnología, incentivando la imaginación de los chicos, su inventiva y su participación, desde la ideación, construcción hasta su ejecución.

En el mismo evento, se presentó públicamente el producto final del proyecto de Ciencias de Foundation, liderado por las profesoras Lidia Loria y Johana Forero, llamado “Boom Boom Flash”.

Lucía prende la luz de la emoción alegría en su robot gato-unicornio, creado y construido por ella.

La meta de comprensión de dicho proyecto de Ciencias apuntaba a que “los estudiantes entendieran cómo comunicarse utilizando métodos distintos a las palabras”. Para ello, investigaron qué sonidos hacían los diferentes materiales al vibrar y de qué manera cada objeto es afectado por la luz y su trayectoria.

Los circuitos se programaron con Makecode de Circuit playground para activar las luces y los sonidos en los robots

Lidia nos contó que los aprendizajes esperados consistían en “comprender e identificar las emociones en ellos mismos y en los demás, para luego armar un robot que pudiera responder a esas emociones, utilizando colores y sonidos acordes”.

Cuando le consultamos sobre el nivel de motivación de los chicos, Lidia señaló que estaban “super entusiasmados, y que lograron interiorizar la diferencia de emociones y su expresión por medio de su cuerpo. El diseño y la construcción del robot les encantó, aprovecharon sus conocimientos para poder personalizarlo y que respondiera a la emoción que les correspondía”.

El robot diseñado por uno de los estudiantes utiliza circuitos para prender y apagar luces y sonidos según sus emociones.

El producto final del proyecto consistió en robots que expresaban o respondían a una emoción con colores y sonidos.

Al reflexionar sobre la experiencia, Lidia nos comparte: “me encantó este proyecto por las implicaciones que tiene en el día a día, los chicos tuvieron la oportunidad de explorar sus sentimientos y de ver reflejadas las emociones de sus compañeros”.

 

Como todo proyecto, hay un momento desafiante, y el de Boom Boom Flash fue “el trabajo en equipo” al igual que el de Daniela Flores. “Cada uno de los chicos tenían ideas diferentes sobre los colores que debían utilizar para cada una de las emociones. Nuestra tarea consistió en ayudarlos a expresarse, para poder tomar una decisión. No fue tan sencillo, pero, al final, ¡lo lograron!”, nos cuenta orgullosa, Lidia.

 

La profesora Eva, de Tecnología, muestra cómo funciona el robot de las emociones por medio de Zoom a la experta Yessenia Venegas, directora de Tecnología e Innovación en Fidélitas.

A su vez, ambos proyectos vincularon sus contenidos con tecnología. En el caso del proyecto de Lidia, la profesora Eva nos contó que “los estudiantes programaron microprocesadores con diferentes “Inputs”. De esa forma al tocar los botones o sacudir el microprocesador, éste hacía sonidos y prendía luces Led de diferentes colores. Además, en la construcción de sus artefactos que iluminaban, trabajaron los conceptos de Ciencias de transparencias y opacos.”

Para lograrlo, “manipularon herramientas que les permitieron cortar, pegar y armar sus artefactos. El éxito principal de ambos proyectos fue que los profesores manipularon la tecnología y se la enseñaron a sus alumnos”.

El evento que reunió a padres, estudiantes y expertos, fiel a la metodología de Aprendizaje Basado en Proyectos (PBL en inglés), incluyó también una muestra de emprendimientos de diferentes alumnos de la clase de Johana Forero, profesora de Business.

 

Vera comparte con los presentes su colección de plantitas en macetas de alfarería y vasos reciclados decorados.

En diferentes mesas, los estudiantes exponían sus productos a la venta: “Green Village” reunía macetas con plantas miniatura en potecitos de vidrio de laboratorio y manitos de alfarería pintadas a mano.

“The mine” presentaba braceletes engarzados por los niños de múltiples colores y “Let´s fly” mostraba una serie de jetpacks de material reciclado para que tus peluches y juguetes pudieran volar.

En The Soap Factory, los estudiantes produjeron sus propios jabones artesanales para la venta. Con diferentes texturas y aromas los jabones eran una exaltación a los sentidos. Limón, chocolate, vainilla, almendras, eran algunos de los sabores y perfumes que emanaban de los jabones presentados con esmero.

Francel Montero, representante de Business Kids para Costa Rica, interactúa con alumnos que presentaron su emprendimiento The Soup Factory.

Si usted alguna vez de niño soñó con mandar a sus peluches al espacio o a surcar por los cielos como aves, pues esta era su oportunidad. Algunos estudiantes de Prepa diseñaron los jetpacks para cumplir ese sueño.  Su pequeño emprendimiento apuntaba a los eternos jugadores que hay en cada uno de nosotros.

Let´s Fly es el emprendimiento con Jetpacks para que tus peluches puedan volar.

La jornada se deslizó entre risas y sorpresas. Los estudiantes fueron, una vez más, los protagonistas del aprendizaje y al mostrar sus logros a sus familiares y amigos, cerraron el círculo con la mirada atenta de los expertos que completaron el proceso.

 

 

Entrevistas y textos por Alicia Nieva

Entrevistados: Lidia Loria, Daniela Flores y Eva Melo

Fotografías por Leandro Natale