Llegamos al barrio San Francisco Dos Ríos donde vive doña Joice Anglin Edwards, y la tranquilidad se derrama como oro caliente sobre las aceras. El bochorno aprieta. Un cantero de heliconias robustas y lirios anaranjados corona la entrada de su casa.

De andar lento, pero con gran vitalidad para sus 83 años, Joice nos recibe con amablemente y nos acomodamos en los sillones de su espacioso living. La sombra alivia este lugar que parece sustraerse al tiempo y al sol picante de afuera.

Mientras nos deleitamos con un fresco de cas, le preguntamos a Joice sobre aquel libro, “Cuentos de Anancy en Limón”, que recopiló y publicó en el 2002 por la editorial de la Universidad de Costa Rica. Entonces una joven Joice no imaginaba la repercusión de su empresa. Tampoco, el camino abierto por su curiosidad, que la llevó a pedirle a los mayores en las fiestas y reuniones limonenses que, “por favor”, le contaran las historias de aquella arañita traviesa que siempre hacía trampa, y no siempre se salía con la suya. Imaginemos a Joice, elástica, inquieta y preguntona, escuchando fascinada cómo Anancy descubrió una olla mágica, Hierve Panza Llena, y de ese modo, cada vez que la nombraba, comidas exquisitas aparecían sin cocinar. Imaginemos a la pequeña niña, escuchando estas historias en inglés criollo, entre carcajadas bajas, cantos religiosos melodiosos, cerca de un cajón de un difunto en el calor tropical. Entonces aquella chiquilla no se imaginaba que recopilaría esos relatos orales y que recibiría el premio Aquileo Echeverría en conjunto con el ilustrador, Eugenio Murillo.  Ni se imaginaba entonces que otras voces replicarían las aventuras de la araña, traídas por los antepasados africanos, en su migración a las costas caribeñas.

Volvamos a la Joice de hoy, a quien entrevistaremos, en recordatorio del día de la Diáspora africana, a casi 20 años de la publicación de su libro.

 

 

¿Cómo era su infancia en Limón hace 80 años?

¡Fue una cosa maravillosa! Uno vivía tan libre, sin estar estresado por nada. Nosotros somos una familia pequeña, éramos cuatro hijos, tres hermanos mayores y yo, -la única mujer de la casa-, además de mi mamá. Vivíamos en el centro de Limón, mi papá era maquinista y mi mamá ama de casa. En ese entonces íbamos a pie o en bicicleta, uno no tenía la libertad de llamar un taxi, porque tampoco había teléfono, entonces era una vida diferente.

“Un día el Hermano Anancy se internó en el monte, encontró una mata de ñame y decidió arrancar su verdura. La llevó a la casa, la cocinó y le dijo a su familia: “Sólo podrán comer si adivinan el nombre del ñame. Si no, no les daré nada”. Ninguno en la casa pudo dar con el nombre, y Anancy lo cocinó y se lo comió solo.” (extracto de Cuentos de Anancy en Limón, El Hermano Anancy y la mata de ñame.)

¿Cómo era la escuela?

Teníamos escuela de varones y de niñas. Había una división, la escuela de varones quedaba por el mercado, la de niñas quedaba más al norte. Las maestras … (recuerda) Había alguna muy buenas y otras no tan cariñosas. Íbamos a la escuela en Español en la mañana y en la tarde escuela de Inglés, esta última era muy estricta, uno tenía que cumplir o le pegaban. Uno no podía decirle a la mamá nada, porque sino también le daban regañada en la casa.

¿En la casa hablaban español o inglés?

Hablábamos inglés en la casa y en la escuela, Español, y te levantaban la boleta si uno hablaba en inglés en la escuela de Español. Con la familia, los amigos… y nuestros juegos eran en inglés.

Ahora entiendo que seguramente las maestras no manejaban el inglés y podía ser que estuviéramos haciendo alguna travesura, o estuviéramos hablando de ellas, o algo así y entonces, no nos permitían hablar inglés en la escuela.

“Pasaron varios días hasta que Tocuma encontró un caminito por el que internaba su padre en el monte. Amarró una cuerda del otro lado del camino y cuando Anancy regresaba a casa con el canasto lleno, se tropezó cayendo de bruces y desparramando el ñame por todos lados. “¡Dios mío, pobre de mí!”, exclamó Anancy, “Se ha perdido todo el ñame bolichi!”.

(extracto de Cuentos de Anancy en Limón, El Hermano Anancy y la mata de ñame)

 

 

¿Cómo llegaron las historias de Anancy a su vida? ¿Estuvieron siempre o usted las buscó?

-¡Eso es una aventura! En ciertas reuniones de los adultos, en velas, en fiestas, contaban cuentos  y entre las cosas que decían estaban los cuentos de Anancy. Y era aquella fiesta, es que Anancy … y así empecé a oír cuentos de Anancy.

Pero cuando ya salí de Limón no volví a oír nada de Anancy, porque ya en la universidad era otra vida.

Yo tenía unas amigas que estaban en el cuerpo de paz y se fueron para EEUU y una de ellas tenía una beca para Columbia University en Nueva York y yo iba a la universidad con ella, y me quedaba en la Biblioteca y, revisando, me encontré con eso de Anancy, y dije “qué raro”, pero ya me di cuenta de que venía de África, que no era un invento de los señores esos, sino que tenía su historia. Entonces empecé a indagar un poco, aquí y allá y entonces se me ocurrió recoger a ver quién … las veces que iba a Limón … quién se acordaba de algún cuento de Anancy, y así fue como surgió la curiosidad. No era para una investigación ni nada serio, era sencillamente curiosidad.

Me decían: “¡ay!, yo contaba cuentos de Anancy…, pero no me acuerdo, vuelva otro día … ” Y así fue, iba visitando a esta señora o a este señor y así fui recopilando…

Era en los tiempos en que uno no tenía estas facilidades, era difícil la recopilación, la grabación, la transcripción, pero ahí seguí.

 

 

¿Cuánto tiempo le llevó recopilar?

Como le dije antes, no era con la idea ni de un libro, ni de nada. Entonces la empecé, la dejé, lo volví a empezar, así cuando tenía tiempo. Cuando decidí usarlo como para un título, eso fue con los chiquitos pequeños, y entonces me tomó en las noches. Cuando ellos se acostaban y nadie me decía “mami, mami”, esa parte me tomó unos dos años. Pero ya había recopilado los cuentos, esto me tomó diez años, porque los tenía ahí y había que transcribirlos.

¿Usted se esperaba la repercusión que tuvo?

No, las cosas fueron saliendo sin que lo pensara. Un compañero de artes, me decía: “ay, Joice, hagamos algo con ese libro”. Eugenio Murillo tuvo una beca para Alemania. En las bibliotecas pudo investigar sobre las representaciones gráficas africanas. Cuando regresó, hizo una maestría interdisciplinaria y usó a Anancy de ejemplo. Entre los dos logramos hacer eso, yo en la parte de literatura y él en la parte gráfica. Luego, el libro fue elegido para el premio Aquileo Echeverría.

A raíz de esto, muchos en Limón se han interesado en Anancy y me han invitado a charlas. Muchos de los jóvenes no sabían de Anancy, porque es que ni siquiera hablaban inglés, ya lo estaban perdiendo. De alguna manera se avivó el interés y ya la gente que Limón, poco a poco se interesó más y hay personas que se han dedicado a relatar los cuentos, y hay expertos que las dramatizan.

“¡Qué bien!”, dijo Tocuma, que estaba escondido vigilando.”¡Qué bien!”, y se fue a la casa. Anancy recogió el ñame, y se fue también a la casa para cocinarlo. Nuevamente les dijo que sólo podrían comer si adivinaban el nombre.” (extracto de Cuentos de Anancy en Limón)

 

 

Recuperaron la parte oral, como cuando contaban en las fiestas.

Ahora con todo esto de la pandemia… No sé si seguirán… pero Limón es diferente a San José. Cuando se hace una vela es una fiesta, en el sentido de que la gente se reúne y cuentan las historias sobre lo que hizo el muerto, como dicen “todo muerto es bueno” y también hay una mezcla de fiesta y de lo religioso. También la gente de Limón es medio pachanguera, entonces hay música religiosa… alegría… que la gente muestra.

Por lo que me cuenta es un momento para recordar, despedir y socializar.

Así es. Así es…

¿Usted siente que con este libro se conoce más de la cultura afrocaribeña? Ahora estamos por cumplir los 200 años de la independencia de Costa Rica, ¿cuáles son los mayores cambios que ha notado?

Por mucho tiempo no nos permitían hablar inglés, y mucha gente había estado perdiendo el inglés. Ahora el inglés es lo primordial, todos tienen que ser bilingües. Ahora hay un respeto al inglés de Limón. Porque mucha gente decía: “ah, eso que se habla en Limón no es inglés, es un dialecto”. Bueno, si es un dialecto, entonces es inglés, pero era ese sentido de que lo de Limón no vale.

Ahora sí hay más respeto a Limón, en cuanto a ese aspecto y otra cosa era la comunicación, porque teníamos que viajar o en tren o en avión. Mucha gente no conocía Limón en el sentido de qué significa, qué era, la historia, cómo trabajaron los primeros que llegaron, todo el aporte de ellos. Había una falta de reconocimiento al aporte de los limonenses a la economía de Costa Rica y etc.En cuanto a eso, yo creo que ahora hay más respeto, más reconocimiento. Tal vez no todo lo que uno quisiera, pero sí…

“¿Será ñame blanco?” ¡No! ¿Será ñame amarillo? ¿Será ñame de este o del otro? ¡No! Hasta que Tocuma dijo: “¡es ñame bolichi!” Anancy contestó: ¡Cójanlo y coman! ¡Cójanlo y coman!”. (extracto final de Cuentos de Anancy en Limón)

 

 

Se escucha hablar más de la música y de otras costumbres…

La comida… de pronto a todo el mundo le gusta el rice and beans, y el patty (una empanada con carne arreglada y “chile panamá”), que antes no conocían. En las instituciones en las que yo trabajé, por los menos puedo jactarme que cuando era el Día del Negro, yo compartía un libro o alguna cosa que tuviera que ver con la cultura negra y organizaba una actividad en donde hablábamos del aporte de los limonenses a la cultura o a la economía… ¡siempre, siempre, siempre! Es muy fácil decir: vamos a los carnavales, eso es bueno, pero no es todo… Hacíamos una comida… dependiendo de los recursos para que los estudiantes y los compañeros reconocieran lo que es Limón.

Si le tuviera que dar un mensaje a los jóvenes, usted que ya hizo su aporte a la cultura, y que de alguna forma tuvo un rol de liderazgo, porque después de su esfuerzo se sumaron otros y ahora hay otras personas que quieren contar sus historias. ¿qué les diría?

Cada persona es diferente y cada proyecto también. Lo que les digo, es que busquen a las personas que les puedan ayudar, cualquier aporte que uno puede dar es importante.

Y en el caso mío, no era que yo lo estaba haciendo pensando que tal vez pudiera conseguir un premio, sino que yo lo hice por esa inquietud que renació, porque de chiquitilla yo ya había oído hablar de Anancy, de grande no volví a oír de Anancy, y de pronto leyendo un libro me encuentro con que Anancy es un personaje importante porque ayuda a formar a la gente, a su manera, verdad, porque era tramposo y hacía cualquier cantidad de travesuras, pero en un ambiente, que necesitaba de un personaje como Anancy. En esta época todo ha cambiado, y el ser humano necesita modelos que imitar. Lo que uno tiene que hacer es escoger su modelo.

Ojalá sean modelos que puedan orientar a los jóvenes hacia una meta, que de veras les ayude a salir adelante y ser a su vez, modelos para otros.

 

 

Mientras terminamos la entrevista con Joice, escuchamos a su nieto Adam llegar, y nos entretenemos charlando con él, un chiquillo de apenas siete años, sagaz y conversador, que aprendió de su abuela el arte de contar historias. Los aromas de la cocina impregnan el aire, y nos anuncian que es hora de la partida: la familia está pronta a almorzar.

Cuando cruzo el umbral, me pregunto si Hierve panza llena los deleitará con deliciosas comidas que nunca se terminan como en esa historia en que Anancy descubre la olla mágica. Los relatos de Anancy desfilan por mi mente, una araña que desafiaba las normas, y lograba sobrevivir, con la táctica del débil, de aquel que busca el resquicio para salir adelante.

La maña, la inteligencia parecen haber sido los mensajes principales de un folklore que se transmitía entre una población que buscaba su lugar en esa tierra prolífica y dura que fue el Caribe. Sus voces por mucho tiempo acalladas han logrado poco a poco sonar más fuerte en el entramado de culturas de Costa Rica. Los aportes de personas como Joice han sido caja de resonancia que rompieron el silencio. Aún queda mucho por contar…

 

Entrevista por Alicia Nieva

Fotografías por Leandro Natale